Foto: El País
José Antonio Rodríguez Vega, más conocido
como el “Mataviejas” o el “asesino de ancianas” fue un asesino en serie que
acabó con la vida de al menos 16 mujeres comprendidas entre los 60 y los 93
años en Santander entre abril de 1987 y mayo de 1988. Fue asesinado por dos reclusos
cuando cumplía condena en la prisión de Topas (Salamanca) tras recibir 113
puñaladas.
1. Historia
En su juventud, Rodríguez Vega se convirtió
en un agresor sexual y fue autor de varias violaciones hasta que fue detenido y
comenzó a ser conocido como “El violador
de la moto”. Por estos actos, fue condenado a 27 años de cárcel, de los que
únicamente cumplió ocho. Obtuvo el perdón de todas sus víctimas, excepto de una
de ellas.
Cuando Rodríguez Vega salió de prisión,
comenzó a fijarse en ancianas solitarias. El recurso más empleado para ganarse
la confianza de sus víctimas y poder penetrar en sus hogares era su profesión de albañil, ya que se ofrecía
a hacerles reformas o reparaciones en sus casas.
Se cree que su primera víctima fue una prostituta, Victoria Rodríguez, que pese
a su avanzada edad, todavía seguía ejerciendo la prostitución. Rodríguez Vega
no tuvo muchos problemas en acercarse a ella, pero el trato carnal terminó de forma
inesperada y finalmente, el asesino acabó con la vida de esta prostituta.
Uno de los asesinatos más perversos por su
ejecución, que tuvo lugar el 6 de agosto de 1987, fue el de Margarita González, una viuda de 82
años que vivía sola en un piso bajo. Margarita fue encontrada muerta tumbada
sobre la cama con una serie de marcas de golpes en la frente y arañazos en la
cara. Además, en la casa faltaban el televisor portátil, dos relojes, alianzas
y hasta cadenas. Cuando se realizó la autopsia del cadáver, se determinó que la
causa de la muerte había sido un paro cardíaco, pero se encontró su dentadura
postiza atravesada en su tráquea. Además, el cadáver tenía desgarros vaginales.
Otro de los asesinatos fue el de Natividad Robledo Espinosa, de 77 años,
el 31 de octubre de 1987, cuyo cadáver fue descubierto por su hijastra. En la
casa faltaban dos alianzas de oro, una cadena y unos pendientes y en la
autopsia se advertía desgarro vaginal y edema pulmonar por asfixia, causa del
paro cardíaco.
Carmen
Martínez, de
65 años, fue otra de las víctimas de “El Mataviejas”. Cuando su cadáver fue
hallado el 20 de enero de 1988, tenía heridas en los pómulos y hematomas en los
muslos y en los brazos. Junto a la cama, había tres montones de ropa interior.
Además, a la mujer le faltaba una sortija de oro con piedra azul marino. Tras
practicarle la autopsia, la causa de la muerte fue de nuevo el paro cardíaco,
pero la familia estaba convencida de que Carmen había sido asesinada.
El último
crimen del asesino de ancianas tuvo lugar el 19 de abril de 1988. La
víctima, Julia Paz, fue encontrada en un pasillo de su casa en un charco de
sangre, sin bragas y con señales de violencia. La autopsia determinaría también
desgarro vaginal. En este crimen no hubo robo alguno. En este caso la Guardia
Civil descubrió que en la casa se había hecho una obra de albañilería para
asegurar el marco de una puerta brindada que se quería instalar. El mismo
albañil también había trabajado en la casa de la hija de Julia. Así, la Guardia Civil tuvo conocimiento del
albañil que había realizado de estas tareas y descubrió sus antecedentes
penales. Se ordenó entonces un seguimiento a este peligroso asesino que
finalmente fue detenido después de 28 días.
Durante su tranquila declaración, Rodríguez
Vega detalló con precisión dónde había atacado a sus víctimas, el momento
preciso en el que lo había hecho y qué objetos se había llevado de recuerdo.
También explicó su modus operandi, cómo a las ancianas a las que les había
hecho una obra las volvía a visitar y le recibían con mucho agrado. Cuando
Rodríguez Vega les hacía proposiciones sexuales y era rechazado, se ponía
furioso y las atacaba hasta asfixiarlas. De ahí, que las autopsias determinaran
que las causas de las defunciones eran los paros cardíacos. En su casa se
encontraron los objetos sustraídos que pertenecían a cada una de las víctimas
asesinadas.
De las 16 mujeres asesinadas, 13 fueron
enterradas sin que nadie sospechara que había intervenido una mano criminal, ni
los familiares, ni los forenses, ni la policía, ni los jueces, algo que según
la periodista Margarita Landy resulta “increíble”. Además, un 10% de los
objetos encontrados en su domicilio, no se llegaron a reconocer, por lo que
algunos analistas piensan que el número real de víctimas fue mayor que 16.
El asesino fue condenado en diciembre de 1991 por la Audiencia Provincial a 26
años por cada uno de los 16 asesinatos probados y otras penas menores por
agresiones sexuales y abusos deshonestos. En total, 440 años de prisión. El Mataviejas
fue además condenado a pagar 128 millones de pesetas a los herederos de sus
víctimas.
Los nombres de las asesinadas son los
siguientes:
-
Victoria
Rodríguez, 61 años; asesinada el 15 de abril de 1987.
-
Simona Salas, 84 años; asesinada el 13 de julio de 1987.
-
Margarita
González, 82 años; asesinada el 6 de agosto de 1987.
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Josefina López, 86 años; asesinada el 17 de septiembre de 1987.
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Manuela González, 80 años; asesinada el 30 de septiembre de 1987.
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Josefina Martínez, 84 años; asesinada el 7 de octubre de 1987.
-
Natividad
Robledo, 66 años; asesinada el 31 de octubre de 1987.
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Catalina
Fernández, 93 años; asesinada el 17 de diciembre de 1987.
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María Isabel
Fernández, 82 años; asesinada el 29 de diciembre de 1987.
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María Landazábal, 72 años; asesinada el 6 de enero de 1988.
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Carmen Martínez, 65 años; asesinada el 20 de enero de 1988.
-
Engracia
González, 65 años; asesinada el 11 de febrero de 1988.
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Josefina Quirós, 82 años; asesinada el 23 de febrero de 1988.
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Florinda Fernández, 84 años; asesinada el 16 de marzo de 1988.
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Serena Ángeles
Soto, 85 años; asesinada el 2 de abril de 1988.
-
Julia Paz, 71 años; asesinada el 18 de abril de 1988.
2) Muerte
José Antonio Rodríguez Vega fue asesinado mientras cumplía condena
en la cárcel salmantina de Topas, en
octubre del año 2002. En el momento de su asesinato, el asesino de ancianas
había cumplido 14 años de condena y le quedaban unos ocho para salir a la
calle.
José Rodríguez Vega fue internado en una
celda de la tercera galería de la
cárcel de Topas, la galería destinada a los internos más peligrosos y de
especiales características. Sobre las nueve de la mañana del 24 de octubre de
2002, el asesino de ancianas salió al patio de la tercera galería acompañado
por siete reclusos muy peligrosos. A las once y cuarto se desató una disputa
entre él y tres internos, Felipe Martín,
que le golpeó con un calcetín en cuyo interior escondía una piedra, Enrique del Valle y Daniel Rodríguez.
Los asesinos portaban estiletes que clavaron en el cuerpo del criminal mientras
el resto de los presentes se mantenía al margen. En total fueron 113 puñaladas.
El
funcionario de prisiones, viendo lo que estaba sucediendo, trató de disuadir a los
agresores pero fue amenazado de muerte por los asesinos, que con Rodríguez Vega
en el suelo, con la mirada perdida, continuaron con la agresión, hasta que se
convencieron de que su víctima había muerto. Un gran charco de sangre rodeaba
el cadáver del asesino de ancianas.
Aunque la prensa señaló la famosa “ley de los reclusos en la cárcel” como
la principal causa de este asesinato porque tenemos que recordar que este tipo
de criminales como Rodríguez Vega son los más odiados dentro de prisión,
también se estudió la hipótesis de que el asesino de ancianas fue asesinado por chivato. Antiguos compañeros de
prisión de Rodríguez Vega señalaron que esta hipótesis podría ser la correcta
ya que se trataba de un criminal que se había chivado en varias ocasiones a los
funcionarios de prisiones de los planes de algunos de sus compañeros.
Sin embargo, muchos funcionarios de prisiones
piensan que la muerte del asesino de ancianas estaba anunciada y podría haber sido evitada, ya que no
era lo más correcto integrar a un preso tan odiado por el resto de los reclusos
en una galería con otros presos tan peligrosos.
3) Perfil
psicológico
En noviembre de 1991, Rodríguez Vega fue
sometido a una prueba pericial en la
que participaron durante varias horas dos psiquiatras y cuatro médicos
forenses. El resultado fue que el tribunal consideró al asesino de Santander un
psicópata desalmado, frío y además
inmaduro. Según los especialistas, Vega tiene un carácter que permite
calificarlo de “anormal estadístico”, pues socialmente se sale de la norma
“realizando comportamientos que no comparte la generalidad del grupo social”.
El asesino, según la sentencia, posó “sin
rubor alguno, sonriente y carente de vergüenza durante las sesiones de juicio
ante los medios de comunicación, aparentemente feliz y contento, soñando ser protagonista de documentos escritos o
cinematográficos”, de lo que los expertos desprendieron que el asesino
tenía un enorme afán de notoriedad y
protagonismo.
En vez de escoger un modo normal de
satisfacer sus inclinaciones sexuales, Vega elige un modo aberrante o anormal,
ya que no es normal que un joven de 30 años escoja a ancianas para su satisfacción
sexual, de lo que se deriva que el modus operandi del asesino se caracteriza
por ciertos elementos sádicos, entre los que destacan que el asesino
experimenta satisfacción sexual al
infligir dolor físico a sus víctimas, ya que en algunas ocasiones introdujo
objetos duros por la vagina de las ancianas. Además, algunos datos que
manejaban los magistrados apuntan a que Rodríguez Vega cometió actos de necrofilia, es decir, mantuvo
relaciones sexuales con los cadáveres de sus víctimas.
Rodríguez Vega estuvo casado pero su esposa
le abandonó cuando fue condenado como el violador de la moto y se llevó al
único hijo de la pareja. Entonces él se buscó como compañera a una mujer
disminuida mental. El asesino de ancianas tenía un gran odio por su madre, llegando a asegurar en alguna ocasión que
hubiera querido violar a su propia madre, y la mayoría de los expertos
consideran que su conducta podría provenir de esta obsesión por su madre. En
realidad, Rodríguez Vega había propinado palizas a su propia madre, o a sus
hermanos pequeños y hasta había lanzado por las escaleras a su padre que estaba
en silla de ruedas. Había dado puñetazos a su hijo recién nacido para que
dejara de llorar y había pegado a su esposa. Este fue el germen del violador de
la moto.
Finalmente, el Tribunal Supremo consideró a
Vega como un sujeto de inteligencia
normal-alta pero sin anomalía alguna en su cerebro. Por tanto, su facultad
de autodeterminación le hizo culpable, sin posibilidad de apreciar
circunstancia de atenuación alguna.
4) Tratamiento
de los medios
Durante el juicio, Rodríguez Vega mantuvo una
buena relación con los medios de comunicación, ya que lejos del comportamiento
habitual de los delincuentes en esos casos, se mostraba aparentemente cómodo
ante las cámaras, detrás de lo que se ocultaba un afán de protagonismo
realmente importante. Lucía Guirado contó
en un artículo publicado en el diario El
Mundo en 2002, tras la muerte del Mataviejas, cómo desde el primer momento
en que la periodista entabló contacto con el asesino, éste se mostró encantado,
ya que no quería que la prensa se olvidase de él.
Guirado cuenta que el asesino de ancianas la
llamaba todas las semanas desde la cárcel a horas tempranas de la mañana para
así despertarla. El objetivo de Vega era convencer
a los periodistas de que existía normalidad en sus asesinatos y
violaciones, pero a la vez utilizó los
medios de comunicación para enviar sus mensajes de venganza a todos
aquellos que “le detuvieron y le condenaron”, a su madre, y a los periodistas.
En el capítulo de los medios de comunicación
en este caso, tenemos que destacar el nombre del periodista Maxi de la Peña, que actualmente
trabaja en Eldiario.es. Sin embargo,
tenía 25 años cuando comenzó a cubrir el caso del Mataviejas y trabajaba en
Cantabria para El Diario Montañés. Fue
este periodista quien comenzó a difundir que había un asesino en serie suelto
por la ciudad de Santander a raíz de una conversación que mantuvo con una
persona vinculada al depósito de cadáveres de la ciudad en la que le confesó al
periodista santanderino que las ancianas muertas presentaban lesiones en la
vagina. Tanto los compañeros de otros periódicos como el delegado del Gobierno
y el comisario se lo tomaban a risa y no le hacían caso hasta su detención en
mayo de 1988, cuando todo el mundo fue a felicitarlo.
El caso tuvo una gran repercusión en todos
los medios de comunicación y en la prensa nacional, al igual que su muerte en
la cárcel de Topas. El asesinato del Mataviejas en 2002 hizo que el caso
volviese a ocupar las portadas de los periódicos más de 15 años después de los
asesinatos y en las grandes cabeceras aparecieron artículos en los que se
informaba sobre su muerte, y en alguna ocasión se especulaba sobre las causas
del asesinato, y la vez se reconstruía la macabra historia del final trágico de
las víctimas del Mataviejas.
5)
Bibliografía